53-0405 - ID, DECID A MIS DISCÍPULOS
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5 de Abril de 1953, Jeffersonville, Indiana, E.U.A.
1 Realmente es un privilegio venir a la casa de Dios temprano en esta mañana y adorar a nuestro Señor, nuestro Cristo resucitado. ¡Oh!, era… Acabo de llegar hace un rato. Tuvimos una maravillosa reunión misionera anoche, un culto, predicamos casi hasta cerca de la medianoche. Y esta mañana nos levantamos para adorar a nuestro Señor Jesucristo. ¡Cuán maravilloso es reunirnos, para congregarnos!
2 Como estaba diciendo el Hermano Thom: hoy fue el día en que Él demostró lo que era. Cualquiera podía morir, pero solo Dios podía resucitar. En Su vida, Él se veía como Dios, predicaba como Dios, sanaba como Dios, Él actuaba como Dios. Él era Dios. Y demostró en la mañana de Pascua que Él era Dios. Él fue más que un hombre. No era un profeta, aunque Él era un Profeta. Él fue un buen hombre, pero aún así era más que un buen hombre; Él era Dios. Así que este es el día, en memoria de Su resurrección, en que Él lo demostró.
3 Deberíamos hacer un viaje esta mañana, y bajar a lo largo del río Ganges, uno encontraría las madres allí sacrificando sus pequeños bebés a los caimanes, cocodrilos, arrojándolos. ¿Qué le parece esa sinceridad? Toman a sus pequeños gorditos y los lanzan allí para que los cocodrilos los aplasten. Esa sí es profunda sinceridad.
4 Si viajáramos por la India, hoy en día, uno encontraría, en las veredas de las calles, muchas personas tal vez acostadas en camas de clavos, caminando por el fuego, y atormentándose de alguna manera. Algunos de ellos, por supuesto, solo payasean, porque es para los turistas. Pero por allá en en el interior hay un hombre genuino que está acostado allí, castigándose, pensando que puede encontrar el descanso y la paz, reza—rezando a Mahoma.
5 Un cuadro lamentable, el otro día, mientras subía por el Gólgota, en la ciudad de… fuera de la ciudad de Jerusalén, más bien. Estaba justo en el sitio mismo de la crucifixión, en un cementerio de Mahoma, una mujer estaba bajo un montoncito de maleza que había acomodado allí, con un pedazo de pan negro duro. Había estado tendida allí durante días, llorando por el alma de su ser querido que había fallecido; allí mismo en el sitio donde estaba la cruz. ¡Y así, ver el mundo en su condición pagana!
6 Estaba hablando con el Hermano Gadus, no hace mucho, acababa de regresar de China. Dijo: “Hermano Branham, fue una imagen lamentable de ver, en China”. Dijo: “Algunos de ellos tal vez con las manos en alto por cuatro años, sin parar, hasta que las uñas les crecieron en sus manos, y se les enroscaban hacia atrás. Decían: ‘Nunca quitaré la mano hasta que me des paz en mi alma, gran Buda’”.
7 Y—y también muchos de los niños pequeños, cuando son jóvenes, se rompen los pies en el arco, así; y solo usan un zapato como talla dos o tres, toda su vida; piececitos cortos, porque se están sacrificando a algún dios pagano.
8 He visitado la tumba de la mayoría de los fundadores de alguna religión; la de Mahoma, y también la—la tumba de Buda, y Confucio, y muchos de los filósofos.
9 Pero, hoy, sobre todo, nosotros los Cristianos podemos alzar nuestro rostro y cantar: “Él vive, Él vive, Cristo Jesús vive hoy. Pueden preguntarme cómo sé que Él vive; Él vive en mi corazón”. Y hoy tenemos una tumba vacía.
10 Hace como unos dos años iba caminando a la tumba, muy temprano una mañana, para colocar una flor en la tumba de la madre de mi muchachito, que falleció, y de su hermanita descansando en su brazo, aquí en el cementerio de Walnut Ridge. Y mientras íbamos, el pequeño sollozó dos o tres veces, mientras lloraba, trayendo una pequeña maceta de flores. Nos arrodillamos allí, nos quitamos los sombreros, y los pusimos en la tumba, al lado de la tumba. Y levanté la mano, y le puse encima mis brazos.
11 Le dije: “Billy, ahí están tu madre y tu hermanita. Sus cuerpos están aquí abajo. Sus almas, en la Presencia de Dios. Pero más allá del mar, lejos, hay una tumba vacía hoy, que es un monumento para todos los Cristianos. Él vive”. Él vive. Esa es la base fundamental de nuestra—de nuestra fe Cristiana: que Jesucristo vive hoy.
12 Ahora, como estaba escrito en el anuncio… Pues, usualmente, en nuestro servicio de mañana de Pascua, generalmente cantamos una—una canción, o dos, y pasamos la mayor parte del tiempo aquí en el Tabernáculo… Si hubiera algunas visitas con nosotros, bueno, la mayoría de nuestro tiempo aquí es para la Palabra. Somos grandes personas cuando creemos la Palabra de Dios. Y fundamentalmente, creo yo, esa es la manera y ese es el sitio correcto. Y hoy tengo algunas—algunas cosas muy vitales de las que quiero hablar, de la resurrección, algunas cosas fundamentales. Y yo mismo quiero anotar algunas cosas, al avanzar.
13 En primer lugar, vamos aquí a la Escritura, en el capítulo 24 de Mateo, o el capítulo 22, más bien, y comenzar con el versículo 41. Quiero leer un texto de la Escritura, luego pasar a la resurrección. Mi tema para el servicio de esta mañana está aquí. “Mientras los fariseos estaban reunidos…”. Les ruego me disculpen. Yo—yo fui al lugar equivocado, en mi lectura del texto. Era—era Mateo el—el capítulo 23, creo… Un minuto. Lo lamento, pero, llegué tarde anoche y no preparé bien el texto, esta mañana, en donde encontrar mi lectura de la Escritura. ¡Oh, sí!
…id…y decid a mi discípulo que me encontraré con ellos en Galilea,…
14 Muy bien, señor. Ahora, Jesucristo, el Hijo de Dios les dio una comisión aquí a estas pobres mujeres, después de Su resurrección, que Él iba a… lo que iba a hacer. Debía decirles que Él Se iba a encontrar con ellos en Galilea, donde les prometió que—que Él—Él se les aparecería, y que Él estaría para siempre con ellos.
15 Ahora en el capítulo 28 de Mateo, más bien, y comenzando con el versículo 7, leemos.
E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.
16 Fue el mensaje del Ángel a las mujeres, a María y… a las dos Marías. Fue en la… la primera mañana de Pascua; la gloriosa noticia se había anunciado.
17 Cuando Él vivió aquí en la tierra, caminó como un Hombre, parecía un Hombre. Tenía todo Su—Su ser exterior como un Hombre; sin embargo, interiormente, era más que la humanidad. Él era el Emmanuel. Hoy es el aniversario del mayor evento que haya sucedido en todo el mundo. Nunca hubo un hombre, fuera de este Hombre, Cristo Jesús, Quien dijera: “Tengo el poder de entregar Mi vida, y tengo el poder de volver a tomarla”.
18 Confucio, sí, y Mahoma, y Buda, muchos de los otros, fueron grandes filósofos; pero, cuando murieron, eso fue todo. Habían concluido para siempre. Los enterraron, y eso es… se terminó.
19 Pero este Hombre tenía el poder de entregar Su vida y de levantarla de nuevo. La única Persona que podía hacerlo; el Único que ha probado que podía hacerlo.
20 Y, bueno, pues ese ha sido el temor del hombre por todas las edades: la muerte. Todo hombre que llega al mundo siempre ha temido a la muerte. Grandes… Hemos tenido Napoleones, hemos tenido Hitlers, y de todo; pero cuando llega la hora de la muerte, todos se encogen. He escuchado a hombres hablar y jactarse con grandes blasfemias; pero, cuando llega la muerte, ellos, todos, se encogen.
21 Como Bob Ingersoll, el gran y famoso incrédulo, cuando sacó su reloj y se lo ofreció a sus padres, y dijo: “Si Dios existe, que yo muera en un minuto, marcado por este reloj”. Luego, después de que pasó el minuto, no se murió. Soltó un gran “ja-ja”, y palabra, y dijo: “¿Ya ven?, Dios no existe”. Pero cuando…
22 Por supuesto, eso era solo para cumplir la Escritura. La Escritura dice que, que: “Vendrán burladores en los últimos días”, y los tenemos.
23 Así que, él dijo: “Bueno, ¿ven?, Dios no existe”. Pero en la sala del hospital cuando se estaba muriendo, donde muchos se habían reunido para ver lo que sucedería, gritó: “¡Oh, Dios, ten misericordia de mi alma!”.
24 Mi padre era un amigo muy personal de… o, no un amigo cercano, mejor dicho, de un incrédulo reconocido. Y decía: “Dios no existe”. Maldecía la idea del ser de Dios. Su esposa enganchaba la carreta e iba a la iglesia, y él salía a arar su maíz el domingo, y todo, solo para mostrar que no existía tal cosa como Dios.
25 Un día, acababa de cargar el trigo, ya todo sacudido; cayó un rayo, lo quemó. Salió, levantó la mano y maldijo la mera idea de Dios. Y, cuando lo hizo, un rayo cayó en su establo donde tenía algunos caballos de pura sangre, y los mató, a todos.
26 Y unas semanas después de eso, le dio fiebre tifoidea, y murió, mientras mi papá ayudaba a sostenerlo en la cama. Y gritaba y lloraba, los demonios, lo venían a buscar envolviéndolo con cadenas, y todo lo demás. Y cuando ya se iba, llamó a toda su familia, sus hijos pequeños. Les dijo: “No vayan por el camino que fue su papá. Vayan por el camino que va su madre, porque es el único camino de la Vida”.
27 Tengo un libro en casa, y da el testimonio de muchos hombres destacados, como el gran… una de las grandes reinas de—de Inglaterra, y algunos de los otros hombres. Cuando estaban frente a la muerte, gritaban y lloraban.
28 La Reina Isabel, de Inglaterra, dijo: “Si pudiera tener… daría mi reino por cinco minutos más de vida, para poder arrepentirme, y mi corazón estar a cuentas con Dios”.
29 Otro gran hombre famoso, dijo: “Estoy saliendo a la oscuridad. No sé a dónde voy. Podría…”.
30 Y otro gran ateo habló, y dijo: “Parece que hay dos paredes, y grité, y” dijo, “solo hay un eco de pared a pared”. No pudo oír más. Había aplazado el día de la salvación hasta que ya era demasiado tarde.
31 Luego pienso en hombres famosos, destacados, que murieron creyendo en nuestro Señor Jesucristo y Su resurrección. Pienso, aquí, en—en D. L. Moody, en su muerte, mucho se ha dicho. “¿Oh, es esta la muerte?”. Él dijo: “Este es el día de mi coronación”. Y pensé, cuando—cuando Juan Wesley, cuando estaba agonizando. Cuando le dispararon a Abraham Lincoln y se estaba desangrando, acostado por ahí en un—un lugar.
32 Pasé por un museo y, por aquí en Illinois, hace algún tiempo. Vi a un hombre de color, ya de edad, con un pequeño anillo de pelo canoso alrededor de la cabeza, caminando, mirando. Después de un rato se detuvo, y las lágrimas corrían por sus mejillas. Retrocedió y comenzó a orar. Lo observé por unos minutos. Yo también caminaba por allí, así que me acerqué y le dije: “Tío, ¿qué pasa? Veo que está orando”.
Él dijo: “Mire, eso allí”.
33 Bueno, vi lo que estaba allí, y lo único que pude ver fue un vestido. Y él dijo… Yo dije: “Solo veo un vestido”.
34 “Pero” dijo, “mire, señor”. Él dijo: “Debajo de mi abrigo hay una cicatriz de ese látigo de la esclavitud”. Él dijo: “Y eso es la sangre de Abraham Lincoln”. Dijo: “Se necesitó la sangre de Abraham Lincoln para quitarme ese látigo de la esclavitud”.
35 Pensé: “Si eso emociona a un hombre de color, la sangre de Abraham Lincoln, porque le quitó ese látigo de la esclavitud; ¡qué debería significar la Sangre de Jesucristo para el creyente, cuando miramos atrás al Calvario y vemos allí que Él tomó ese látigo de la esclavitud del pecado de nuestros corazones, y nos liberó!”, de la cual hemos estado hablando, las últimas noches. ¡Qué diferencia Ella hace!
36 Abraham Lincoln, cuando se estaba muriendo, él tenía un objetivo. Y cuando él… pero cuando le dispararon allí, en esta gran catedral, y se estaba muriendo en su cama, dijo: “Coloquen mi rostro hacia la puesta del sol”. El sol se estaba poniendo al atardecer. Lincoln estaba respirando, y la sangre gorgoteando en sus pulmones. Él siempre había confiado en Dios. Dijo: “Levanten mis manos”. Y le sostuvieron la mano. Él dijo: “Padre nuestro que estás en el Cielo, santificado sea Tu Nombre”, mientras inclinó su cabeza y entregó el espíritu.
37 Paul Rader, un amigo mío íntimo, que escribió mi canto lema, Solo creed; cuando se estaba muriendo, acababa de apoyar su hombro, la cabeza sobre el hombro de mi representante, el Sr. Baxter. Había sido un gran hombre valiente que había viajado por los mares y en el extranjero, y todo, y se había juntado por allá, y se asoció con algunos fundamentalistas, y su mensaje lo atribuló hasta la muerte. Y cuando se estaba muriendo, estaba tendido en el cuarto, y ya cerca de la muerte, agonizante.
38 Y esta es la verdadera victoria de un hombre. Él siempre fue gracioso, Paul, como muchos de Uds. lo conocieron. Tenían el cuarteto del pequeño Instituto Bíblico Moody allá. Y tenían todas las persianas de las ventanas alrededor cerradas, cuando estaba muriendo. Él se levantó, miró. Sacudió la cabeza y dijo: “¿Quién se está muriendo, Uds. o yo?”. Dijo: “Abran esas cortinas y cántenme unas buenas canciones de Gospel, avivadas, de resurrección”.
39 Y cuando empezaron a cantar así, dijo: “¿Dónde está mi hermano, Luke?”.
40 Trajeron a su hermano. Luke anduvo con él como mi hijo lo hace conmigo, y así. Luke estaba en la habitación de al lado, llorando. Luke entró; un hombre grande de hombros anchos, probablemente lo conozcan. A él y a Mamá Sunday, y todos ellos, estaban allí.
41 Cuando se dio la vuelta, tomó a Luke de la mano, le dijo: “Luke, hemos recorrido un largo camino juntos. Pero, piénsalo, en cinco minutos a partir de ahora, estaré de pie en la Presencia de Jesucristo, vestido con Su justicia”.
Las vidas de los grandes hombres nos recuerdan
Que podemos hacer nuestras vidas sublimes,
Y al partir, dejamos atrás
Huellas en las arenas del tiempo;
Huellas, que tal vez alguien más,
Navegando por el solemne océano de la vida,
Un hermano abandonado y naufragado,
Al verlas, cobrará ánimo nuevamente.
42 Pienso en El salmo de la vida, el gran poeta inglés, Longfellow, cuando lo escribió. Estuve junto a su tumba, aquí hace unos meses. Pensé en su gran poesía y en lo que le dio al mundo, y yo… Ese Salmo de la vida fue uno de mis favoritos. La muerte siempre infundió temor. El hombre le temió, desde el principio. Desde allá atrás, desde el huerto de Edén, el hombre le temió a la muerte.
43 Pienso en el gran profeta, Job, cuando estaba allí esa vez y sabía que tenía que partir. Habló del gran sermón allí, que tenemos en Job 14. Al mirar las flores; cómo morían y resucitaban. Al mirar los árboles; si sopla, se caen, el viento los arranca. “Se muere, pero vuelve a vivir”, dijo. “Con unas pocas gotas de—de agua, sí” dice, “vive”. Vemos a nuestros—nuestros—nuestros animales, y todo eso, como viven y mueren. Todo lo que sea un ser viviente que se mueve, al morir, nunca más vuelve a vivir.
44 Entonces Job se preguntó cómo es que Dios podía tomar una flor y hacerla vivir de nuevo, y, con todo, él no podía vivir de nuevo. Él dijo: “Sí, un hombre entrega el espíritu, se consume, y ¿dónde está?”. Él dijo: “Sus hijos vienen a honrarlo, pero él no lo sabrá”. Entonces dijo: “¡Oh!, si Tú pudieras esconderme en la tumba, y me guardaras en un lugar secreto, hasta que Tu ira se haya apaciguado. Tú me designas un tiempo y unos lazos, y no puedo pasar. Pero si me guardaras en el lugar secreto hasta el día de Tu ira…”.
45 Justo en medio de su angustia, justo en la hora más oscura, justo en ese gran momento crucial, bajó el pequeño Eliú y comenzó a hablarle; diciéndole que la flor no había pecado; que él era el que había pecado, y que habría una resurrección. “Algún día habría un Justo Quien vendría, hecho conforme a este mundo, y en la forma de la imagen de Dios, moldeado como un hombre. Tomaría sobre Él la forma de carne pecaminosa, en otras palabras, y se pararía en la brecha entre un Dios enojado y santo y un hombre pecaminoso, y pondría Sus manos sobre ambos y haría un puente en el camino”.
46 Y cuando Job vio eso, estaba mirando la resurrección del Señor. Él lo vio. Ahora fíjense. En otras palabras, Job estaba tratando de entender esto, que: “Yo sé que cuando un hombre va al polvo de la tierra, simplemente se corrompe y se desvanece. Yo lo he visto. Nunca se levanta de nuevo. Simplemente se acuesta y entrega el espíritu, y se va. ¿Y dónde está? Nadie sabe dónde está. Pero veo que otras cosas vuelven de la muerte, pero él no”.
47 Entonces cuando este profeta entró en el Espíritu, Dios empezó a mostrarle lo que iba a ocurrir; que habría Alguien que quitaría el pecado del mundo, y se levantaría de nuevo. Él vio la resurrección del Señor. Pues, me encanta eso, cuando lo pienso. Él dijo que se puso de pie. Se sacudió.
48 Había estado sentado en un montón de cenizas. ¡Vaya! Como decimos hoy, la mala suerte había golpeado su casa. Todos sus hijos habían muerto. Sus riquezas se habían esfumado. Su salud se había deteriorado. Él, un Cristiano o un creyente, sentado allí, abandonado. El hombre, incluso su iglesia le había dado la espalda. Él estaba allí, rascándose las llagas.
49 Y entonces cuando el Espíritu del Señor vino sobre él, y vio la resurrección esta mañana, Uds. saben, se puso de pie, y dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, y en los últimos días Él se parará en la tierra. Y aunque los gusanos de la piel destruyan este cuerpo, sin embargo, en mi carne veré a Dios; a quien veré por mí-…”. Él sabía que Lo vería en los últimos días, porque habría una resurrección, una resurrección general.
50 Pienso en David, cuando estaba envejeciendo. Siendo el gran rey que era, Dios le había jurado que de los frutos de sus entrañas levantaría a Cristo para que se sentara a Su diestra. Entonces veo a David, ya viejo, llegando al final de su camino, ya casi sin fuerza física. Dijo: “Además, mi carne descansará en esperanza, porque Él no dejará que Su Santo vea la corrupción; ni tampoco dejará Su alma en el infierno”. Él vio anticipadamente a Jesús, la resurrección de Cristo; y sabía que Su cuerpo no se quedaría en el polvo de la tierra, sino que se levantaría de nuevo.
51 Pienso en Abraham allá cuando Dios lo sentó, y dijo: “Ahora, Abraham, estás envejeciendo, y ya has pasado la edad, tú y Sara, los dos. Y, ya has pasado la edad de tener hijos, pero Te voy a dar un hijo de la promesa”. Luego cómo Abraham comenzó su viaje y se fue a la tierra prometida, y esperó allí el momento en que este ser bendito vendría, que representaría a Cristo Jesús.
52 Y después de veinticinco años de creer en esta promesa, un poco antes de que se cumpliera la promesa, entonces Dios se le apareció a Abraham, y le mostró que, en la muerte, Él crucificaría a Su Hijo; y, en la resurrección, Él lo resucitaría y Le daría todo. Haría que las sombras fallaran, todas las cosas que habían estado acechando al hombre, y la muerte, y ese horror que cargaba la muerte, fallarían, cuando vieran esto.
53 Y le dio al anciano Abraham un avance de ello, y Él pasó a través de estos pedazos de animales que él había cortado. Lo que acabamos de ver hace unas semanas, o la semana pasada, mejor dicho, o la antepenúltima, en nuestros servicios; de cómo Él hizo que esta pequeña Luz blanca, que era Dios, pasara a través de estos, confirmando el juramento del pacto.
54 Y luego volvió y bendijo a Abraham; un anciano de cien años, y una mujer de noventa, volvieron a ser un joven y una joven, y dio a luz a—a un hijo, Isaac. Y, por él vino la Semilla de Abraham. De Abra-… De eso, de Isaac, viene David; de David viene Cristo; de Cristo viene la resurrección de los muertos. ¡Qué gloriosa promesa! ¡Cómo Dios a través de los tiempos mostró anticipadamente todas estas cosas!
55 Luego, finalmente, y como hemos repasado en los últimos días, como fundamento, de cómo todo el pueblo, todos los profetas del Antiguo Testamento, especificaron su lugar de entierro.
56 Hoy irán al cementerio, muchos de Uds., les pondrán flores a sus seres queridos, o en sus tumbas.
57 Ahora observen esto: Todos los profetas de antaño, no tenían ninguna Escritura como nosotros la tenemos, ninguna promesa Divina de Dios, solo era por medio de la dirección del Espíritu Santo. “Los hombres de antaño, siendo movidos por el Espíritu Santo, escribieron la Palabra de Dios”. Cada uno de ellos, al morir, especificaron que querían ser enterrados en Palestina. No querían ser… Murieron fuera de Palestina, muchos de ellos, pero querían ser enterrados en Palestina porque Dios dio las primicias de la resurrección en Palestina.
58 Luego, cuando llegó Jesús, pues Le hicieron lo que ellos habían dicho que harían. Cuando nació en Belén, Él entró por vía de una puerta de establo, salió por la pena capital. Mientras estuvo aquí en la tierra, jamás viajó cincuenta millas en Su vida. Nunca fue a ninguna parte; solo alrededor de Palestina, pero el Mensaje de Su Evangelio ha viajado a todo punto y rincón del mundo.
59 Nunca escribió un libro en Su vida; sin embargo, el Libro, escrito de Él, ha superado en ventas a todos los libros de todas las épocas, la Biblia. Sin embargo, ahí dentro, nunca tuvo un… Nunca fue a una universidad en Su vida, y aun así se han levantado más universidades en Su honor que—que cualquier otra cosa sobre la faz de la tierra, o cualquier otro nombre o cualquier otro hombre. Y Él nunca viajó muy lejos. Vivió una vida humilde y pobre. Fue mofado, se burlaban, se reían de Él.
60 Y Él dijo que tenía poder para dar Su vida y poder para levantarla. Cualquier hombre pudiera presumir algo así, cualquiera. Pero Él confirmó Su afirmación cuando se levantó en la mañana de Pascua.
61 Siendo que, traspasaron Sus manos, y Sus—y Sus pies, y Su costado; y coronaron de espinas Su cabeza. Y murió, allá, gritando por misericordia, en el Calvario. Cuando estuvo en la tierra, Él se veía como un hombre y actuaba como un hombre. Y cuando murió allá en el Calvario, gritó pidiendo misericordia, como un hombre.
62 Pero cuando se levantó, en la mañana de Pascua, demostró que era más que un hombre. Él era Dios. Tenía el poder de dar Su vida.
63 Ahora, para comenzar, en la mañana, el grupito de discípulos estaba muy desconsolado. No entendían lo que había pasado. Algunos de ellos querían volver a sus redes de pesca.
64 Ahora un pequeño avance de lo que era la muerte y lo horrible que era la muerte, y para los fundadores por toda nuestra religión Cristiana, cómo las promesas les fueron dadas a estos patriarcas que mencioné esta mañana. Ahora vengamos directo al punto, donde está.
65 Estos pequeños discípulos, después de que ellos… este grupito odiado al principio. [Cinta en blanco.—Ed.] No tenían muchos amigos en esta tierra.
66 Y todo hombre que sirva a Jesucristo no tendrá muchos amigos en esta tierra. Uno tiene que pararse en su convicción, solo. Muchas veces uno tiene que pararse solo, pero Él prometió que se pararía con Ud. “Estaré con vosotros hasta el fin”.
67 Y ahora, mientras Lo veo a Él, estudiémoslo. Él había sido apresado, ellos pensaban, porque podía hacer milagros. Y Él declaraba que no hacía nada, en Sí Mismo, sino lo que el Padre Le mostraba. Pero Él—Él hacía milagros. Y cuando Él fue entregado en manos de Pilato, ¿cómo podían esperar ver al Mesías de Dios despojado de Sus ropas, y parado allí; y golpeado y herido, y molido, y abatido y escupido, y ni siquiera abrir Su boca y decir una palabra al respecto? Eso les había quebrantado el corazón.
68 El mismo Hombre Quien pudo extender Su mano y decir: “Enmudece”, y los vientos y las olas Le obedecieron.
69 Aquel Quien podía detener una procesión fúnebre, y poner Su mano sobre el ataúd, y decir: “Joven, a ti te digo, levántate”, y él salió.
70 Uno Quien entró a un hogar desconsolado, donde una hija acababa de morir; Jairo, un sacerdote que se había puesto del lado de Jesús, y había llegado a ser un creyente. Y Él entró, dijo: “Apartaos, porque la niña no está muerta; sino que duerme”. Seguramente deben haberlo sabido. Ciertamente en eso había algo. Él entró, la tomó de la mano, la miró y dijo: “Niña, a ti te digo, levántate”. Y una muchacha que estaba muerta, ya sin alma, se puso de pie y vivió de nuevo.
71 Y cuando fue a la tumba de Lázaro, llorando como un hombre, las lágrimas rodando por Sus mejillas, mientras Él lloraba parado allí. Y un hombre que llevaba cuatro días muerto, con gusanos entrando y saliendo de su cuerpo; y verlo levantar Su pequeña figura así, diciendo: “Yo soy la resurrección y la Vida. El que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. El que vive y cree en Mí no morirá jamás”. Piénsenlo. “El que vive y cree en Mí no morirá jamás”.
72 ¡Qué gran esperanza tenemos entonces esta mañana, cuando visitamos nuestras tumbas, de nuestro ser querido! ¡Qué gran esperanza tenemos en esta carne mortal, hoy, y el Espíritu Santo dando testimonio: “¡Él vive! ‘Y nunca morirá; tiene Vida Eterna’”! Sin embargo, cargamos los cuerpos sobre la tumba aun del más santo de nosotros, pero adentro, ellos están vivos. Están viviendo en algún lugar.
73 Cuando Él se puso de pie, dijo: “Yo soy la resurrección y la Vida”, y había un hombre tendido allí. Dijo: “Quiten la piedra”. Y la corrupción de su cuerpo, ese olor a cuerpo humano, ya saben lo que es. Cuando fueron, ¡oh, era un olor allí que enfermaba! Pero Él habló, y dijo: “¡Lázaro, ven fuera!”. Y un hombre que llevaba muerto cuatro días, se levantó de la tumba.
74 ¿Cómo podían ver a un Hombre con ese tipo de poder, colgado en el Calvario, con toda esa burla, escupos de soldados que se burlaban de Él cayéndole de la barba; arrancando puñados de barba de Su cara, y golpeándolo en la cabeza, y le decían: “¡Profetiza y di quién Te golpeó!”? Cuando vieron clavos romanos traspasando Sus manos y Sus pies, ¿cómo podían ellos ver a un Hombre como Ese morir? Fue porque Dios requirió el juicio, y Cristo tomó nuestro juicio.
75 ¡Cómo se decepcionaron! Ellos se habían ido, regresando a sus redes de pesca. Pedro dijo: “Voy a pescar”. Los discípulos dijeron: “Iremos contigo”. Y lo hicieron. Estaban completamente destrozados, decepcionados.
76 Allí bajaron Su cuerpo, Lo envolvieron en un lienzo y Lo pusieron en la tumba.
77 Y dijeron: “Ese es el final de ese fanático”. ¡El mundo estaba en contra de Él! Dijeron que “Él era un santo rodador. Él estaba loco; Él era—era un fanático y todo eso”.
78 Pero Él había dicho que era Dios. Él se parecía a Él; actuaba como Él; demostró que Él era Dios. Así es.
79 Una mujer dijo, no hace mucho, como lo he dicho tantas veces. Ella dijo: “Él no era Divino, Hermano Branham”. Una mujer de la Ciencia Cristiana, dijo: “Era solo un hombre”. Dijo: “Él era solo un hombre”.
80 Yo le dije: “Él fue más que un hombre. Él era Dios”. Dije: “Él era Dios o un engañador”.
81 Ella dijo: “Bueno, al llorar en la tumba de Lázaro, demostró que Él no era nada más que un hombre”.
82 Le dije: “Cuando Él estaba llorando, lloró como un hombre. Pero cuando resucitó al muerto, demostró que era Dios”. Así es. Dije: “Cuando tuvo hambre, Él tuvo hambre como un hombre”.
83 Pero, ¡se imaginan a un hombre pararse junto a una higuera, buscando algo para comer; y unos días más tarde, tomó unos pocos panecillos, como dos panecillos, y dos o tres pedazos de pescado, y alimentó a cinco mil personas con pescado cocido!
84 Se podrían imaginar a un hombre parado en el Calvario, colgado allí entre el Cielo y la tierra, clamando: “Tengo sed, tengo sed”; ¡y aún habiendo convertido el agua en vino! ¡El mismo Creador del—del agua, parado allí, gritando por agua!
85 Él se hizo pecado por nosotros, para que nosotros, en Su probreza—pobreza llegáramos a ser ricos. Él, en Su muerte, murió como un pecador; para que nosotros, en nuestra muerte, pudiéramos morir como hijos e hijas de Dios.
86 Pienso cuán diferentes las muertes. El viejo papá Hayes aquí abajo, cuando estaba muriendo, llamó a sus hijos junto a su lecho. Y allí, había estado en coma por dos o tres días. Él tenía un dicho, decía: “Querido, ¡bendita sea mi alma!”. Era todo… Llamó a sus hijos al lado de su cama. Barba larga, blanca y frondosa; dijo: “Queridos, ¡bendita sea mi alma! Pensaron que papá Haye había muerto”. Dijo: “Yo nunca moriré. Porque Jesús vive, yo también vivo”. Y allí bendijo a cada uno de sus hijos.
87 Dijo: “Levanten mis manos”. Él no podía sostener las manos en alto. Y uno de sus muchachos se puso a un lado, levantó esta mano, el otro levantó esta otra mano. Y él empezó a cantar. Y al alzar sus ojos hacia el Cielo, dijo: “¡Día feliz, día feliz, desde que Jesús lavó mis pecados! Me enseñó a—a orar y a vivir con regocijo todos los días”. Y cerró los ojos, y se fue al encuentro de Dios. Déjenme decirles, así es cómo yo quiero partir; de esa manera. Permítanme morir en Jesucristo.
88 Entonces cuando Sus discípulos vieron eso, todas las decepciones y todo, que—que—que Él tuvo, parecía ser que les había defraudado. Y todos ya habían regresado a pescar. Uno volvió a su trabajo, y el otro se fue por acá.
89 Ahora, queremos empezar esta mañana en la tumba. Luego después de Su resurrección, María, Marta, y María—María la Magdalena, y María la madre de Jesús… Fue temprano una mañana. Mantuvieron Su cuerpo en la tierra, durante el Sabbat, pues era una costumbre que no hacían nada en el día de Sabbat. Así que Él murió el viernes por la tarde, a las tres, y se levantó muy temprano el domingo por la mañana.
90 Ahora quiero resolver esta pregunta, ya que Uds. están aquí esta mañana en este servicio matutino. Mucha gente dice: “¿Cómo entonces es que Él dijo que Él estaría…? ¿Estaría en la tumba, tres días con sus noches?”. Él nunca dijo que haría eso.
91 Él dijo: “Dentro de estos tres días levantaré Mi cuerpo”. ¿Ven? Ahora, la razón por la que Él lo hizo fue porque David había dicho, en un lugar de la Escritura: “No dejaré Su alma en el infierno, ni dejaré que Mi Santo vea corrupción”. Y Él sabía que la corrupción entra en el cuerpo humano después de setenta y dos horas, tres días y noches. Y en algún momento dentro de esos tres días y noches, Dios iba a levantarlo. Así que Él murió el viernes por la tarde a las tres, y se levantó temprano el domingo por la mañana.
92 Ahora, tomemos un pequeño drama aquí y detengámonos un momento para observar. Puedo verlo a Él, toda la noche. Pobrecita María, la madre, su corazón estaba quebrantado. La profetisa Ana le había dicho que sería traspasada, para revelar los pensamientos de muchos. Cómo Su cuerpo fue afligido, y su propio y amado Bebé colgado en la cruz, y qué desgracia le había traído Él a la iglesia. Pero aún así, en su corazón, ese amor de madre se extendió; había… no importaba lo que Él había hecho, cuánta desgracia. Él murió, bajo pena capital, como un—un convicto hoy que saldría, para ser colgado, o electrocutado, o algo así. Así es como Él murió, en vergüenza y desgracia. ¿Ven cómo Dios castigó el pecado? ¡Y luego cómo ella había llorado, probablemente toda la noche! Y ella y…
93 María Magdalena, ella había conocido Su poder. Ella sabía que había algo en Él que era diferente de cualquier otra persona; le había expulsado siete demonios.
94 Todo aquel que ha sido liberado del diablo, por el poder de Jesucristo, sabe dónde está parado. Nadie puede venir y, en Su gran Divina Presencia, y jamás ser la misma persona. En Ud.—en Ud. hay cambio; algo le sucede. ¡Oh, Ud. puede hacer algo, y psicología, e imaginar esto, y aceptar esto, una cierta cosa, y algunas teorías o algo así! Pero nosotros no creemos en la teología. Creemos en el poder de la resurrección de Jesucristo. Y cuando Ud. llega a Su Presencia, hay algo que sucede en su vida, que lo cambia. Y Ud. ya nunca es el mismo; un hombre que ha estado en la Presencia de Cristo.
95 Así que, había expulsado siete demonios de ella. Orgullo y envidia, y ella se creía muy bonita y que no había nadie como ella. Pero cuando Jesús le habló y le dijo: “Sé limpia”, todo eso la dejó. Vino a ser una nueva persona. Ya no era tan bonita, a su manera de ver. Si no que ella se envolvió en el manto de la mansedumbre y la gentileza, y siguió al Maestro. Ella Lo amaba.
Entonces en la mañana de Pascua puedo verla.
96 Sus discípulos se habían ido, sacaron las barcas de pesca, algunos; otros se habían ido a casa. Y otros yendo por diferentes caminos; volviendo a sus tareas.
97 Pero entonces, muy temprano, puedo ver a María la madre, y María Magdalena, comenzando a subir la ladera, para ir a la tumba. Tenían algunas especias y cosas. Querían ungir Su cuerpo y darle sepultura.
98 Y, así que, mientras suben la colina, puedo imaginarme viendo otra escena. Miremos por aquí.
99 Puedo ver un montón de soldados de pie allí. Habían estado jugando a las cartas, toda la noche, o—o tirando los dados, o jugando con sus dados, los—los—los dados en el suelo. Y habían estado jugueteando. Alguno de ellos dice: “Oye, ¿recuerdas a ese embustero? Dijo que ‘en tres días’ Él iba a levantarse. Así que veámoslo. Subamos a la tumba”.
100 Y puedo verlos subir hasta allí, y darse palmadas en el pecho, y relucir su gran armadura así, y la espada romana; diciendo: “¡Veremos lo que Él puede hacer!”. Pues, la tumba estaba sellada, era un sello romano; y ay del que rompiera ese sello. Y había una piedra allí, que tomó una centuria de hombres; es decir, cien hombres para rodarla allí, una gran piedra que habían rodado cerrando la tumba. Oigan: “Él está allí, ¡muy seguro!”. Y se estaban divirtiendo.
101 Pero allí venían, ya casi amanecía, mientras María… mientras ellas subían por la colina. Y eran dos mujercitas, muy temprano, tal vez tomadas de brazo, al caminar. ¡Oh! ¡Oh, casi puedo verlo, cómo iban por la ladera de la colina! Y puedo oír a María, la madre, decirle a María Magdalena: “Pues, ¿quién quitará la piedra de la tumba? ¿Qué…? ¿Cómo vamos a hacerlo?”.
102 Bueno, puedo oír a María responder: “Dios se encargará de eso”.
103 Eso es lo principal. No importa… La gente dice: “¿Cómo voy a hacer esto o aquello?”. Dios se encargará de eso. Ud. solo tiene que avanzar, ¿ven? Dios se encargará de todo lo demás.
104 Entonces, de repente, vemos que todas las estrellas comienzan a apagarse. Y de pronto, solo queda una estrella, la gran y brillante estrella de la mañana allí.
105 Puedo ver cómo todo, y los soldados riendo y burlándose. Decían: “Bueno, ya ves, ha amanecido. Y aún no ocurre nada”. Y así seguían, diciendo: “¿Ven?, Él solo era un engañador. Él solo era un hombre como muchos de estos engañadores que han venido en estos días, y en otros días, y que han hecho estas cosas, pero luego… o que han afirmado tales cosas”.
106 Pero entonces, de repente, me puedo imaginar que todas las avecitas, los petirrojos, dejaron de cantar. Las aves dejaron de cantar. El poeta dijo: “Su Voz era tan dulce que hasta las aves callaron su canto”. Algo estaba a punto de suceder.
107 Puedo ver la gran Estrella de la Mañana colgada allí en Su portalámpara, que había colgado allí desde el principio del tiempo, comienza a moverse. Puedo verla moverse en círculo. María, ellas, mirándola. ¿Qué está haciendo? Es un Ángel, y está buscando la tumba donde lo habían puesto a Él. La Escritura estaba lista para cumplirse.
108 Hermano, hermana: cuando una Escritura de Dios está para cumplirse, no se preocupe Ud., allí se cumplirá.
109 Puedo ver esa Estrella en Su viaje, moviéndose. Puedo ver a los romanos parados allí, un centenar de ellos, fuertes, con sus espadas desenvainadas, diciendo: “¡Ahora veremos qué es lo que ocurre!”.
110 Y, de repente, esta gran bola de Fuego viene volando del Cielo parándose junto a la tumba. Y resulta ser el Ángel fuerte de Dios Quien estaba allí. Los soldados se desmayaron y cayeron como muertos, al suelo. Solo con un movimiento breve de Su mano la movió hacia atrás, la piedra que estaba puesta; rompió el sello romano.
111 ¿Qué significaba para Él el sello romano? No más de lo que significaría un sello de los Estados Unidos, o cualquier otra cosa, o un sello de alguna iglesia, o cualquier otra cosa. Dios tiene que vivir. Él tiene que salir. Él no puede vivir entre los muertos.
112 Así que mueve la piedra hacia atrás, y esta rodó hacia atrás. Y Él se paró allí. Ahora ¿Quién es el que manda? Los soldados agarrando sus escudos y cosas, y corriendo a más no poder, bajando por el jardín, bajando por la colina; y su equipamiento sonando, el hierro sobre ellos, sus escudos y cosas.
Y allí estaba Él, solo. Después de un rato, María dijo…
113 Hubo un gran terremoto cuando sucedió aquello, que sacudió la tierra misma allí esa mañana. Alguien dice: “Me pregunto si algo explotó en algún lugar. Hubo un… Debe haber habido una—una explosión en algún lugar, de un rayo, o algo que golpeó la tierra”. Pero, fue Jesús que se levantó de entre los muertos.
114 Entonces cuando caminaron hacia la tumba, María y Marta, ellas vieron al Ángel parado allí. Él dijo: “Id y decid a Sus discípulos que Él va delante de ellos a Galilea, y allí se encontrará con ellos. He aquí, os lo he dicho. Id pronto ahora, y decid a los discípulos que Él va a encontrarse con ellos tal y como dijo que lo haría”.
115 ¡Oh, cuando pienso en eso! “El que escucha Mis Palabras y cree al que Me envió tiene Vida Eterna, y Yo le resucitaré en los días postreros”.
116 “He aquí, os lo he dicho”. Sus ángeles han difundido eso por el mundo, que, “Todo hombre que se atreva a negarse a sí mismo, y tome su cruz y Le siga, Él le encontrará en la resurrección”. ¿Qué importa si colocamos flores sobre la tumba, si decimos “cenizas a las cenizas, y polvo al polvo?”. Ese cuerpo se levantará de la tumba tan cierto como hay un Dios en el Cielo. “He aquí, os lo he dicho”.
117 Veamos. Aquí van dos de Sus discípulos ahora. Van por el camino.
118 Y algunos se fueron de pesca. Y Jesús estaba parado en la orilla, y alzando la mirada los vio allí. Y dijo: “Hijos, ¿tienen pan?”.
119 Lo primero que Él dijo, les dijo: “Echad vuestra red al otro lado”. Habían pescado toda la noche, no habían sacado nada. Así son las cosas; uno está pescando en el lado equivocado de la barca. Así que Jesús dijo: “Arrojad vuestra red al otro lado”.
120 Y entonces cuando arrojaron su red al otro lado, y la jalaron así, ¡oh, había tantos peces que hasta sus redes casi se rompen!
121 Y Pedro comenzó a buscar alrededor, dijo: “Solo hay un Hombre que puede hacer eso”. Y miró hacia la orilla, y allí estaba Él, pan y pescado en el fuego, listo para ellos. Pedro no podía esperar a que la barca llegara. Simplemente saltó al agua y fue hacia allá, a encontrarse con Él. Tenía que darse prisa.
122 ¡Oh, desearía que todos los pecadores del mundo fueran así, hoy! Pedro Lo había negado por allá. Salió y lloró, amargamente. Había orado mucho. Él quería encontrarse con Jesús. Quería llegar allá para poder caer a Sus pies.
123 Había una pareja con el nombre de, uno, Cleofas, y así. Iban de camino a Emaús. Y mientras avanzaban, iban con el corazón triste, quebrantado. Y caminaban, hablando de aquello, ¡oh, cuán terrible había sido! Y de repente, Alguien salió de entre los arbustos; un Hombre común, no con el cuello volteado, o con una vestidura diferente.
124 Él vestía como el resto de los hombres. Llevaba Su pelo y Su barba como el resto de ellos. Él no… No fue diferente. No Se hizo de una manera con gran diferencia. Su vida demostró Sus credenciales, lo que Él era. Y así es que Dios quiere que seamos; quiere que nuestra vida sea nuestra credencial. Así es.
125 Y entonces Él entra a caminar allí. Dijo: “Hermanos, ¿por qué están tan tristes? ¿Y por qué tenéis esta plática?”. ¡Oh, me encanta eso!
126 “¡Oh!” dijeron, “¿eres un forastero por aquí, Señor? Vaya” dijo, “todo el país está destrozado. Y aquí estamos” dijo, “vamos de camino, volviendo a casa”. Dijo: “¡Oh, Jesús de Nazaret, el Profeta!, estábamos seguros de que Él, cuando viniera, que Él sería el Rey de Israel. Y ahora está muerto, y Lo han enterrado. Y Le han traspasado el corazón. Y se Lo llevaron”. Y dijeron: “Y hoy es el tercer día desde que sucedió todo, desde que Lo mataron”. Y dijeron: “Unas mujeres fueron a la tumba y—y vieron una visión de Ángeles, y volvieron diciendo que Él estaba vivo. Pero” dijo, “¡oh, no pudimos creer esa historia! Simplemente seguimos adelante”.
127 Y caminando allí, Él les dijo: “Insensatos, y tardos de corazón, ¿ven?, para no creer todo lo que los profetas han dicho acerca de Cristo, cómo Él debía padecer, y resucitar al tercer día. Bueno, ¡qué negligentes sois!”.
128 Miren ¡cuán hermoso! ¡Oh! Miren esto: ¡Cristo entre los desanimados y de corazón quebrantado! Ahí es donde va Él, a los tristes y con el corazón quebrantado.
129 Ellos estaban pasando por la hora más oscura que habían visto. No les quedaba esperanza. Habían sido expulsados de la iglesia, de las sinagogas, por haber creído en Él. Y ahora Él, en Quien habían confiado, estaba muerto. Y algunas mujeres habían llegado con un cuentecito sobre una visión, que habían visto algunos Ángeles: “Díganle a Sus discípulos que Él se encontraría con ellos en Galilea”. Pero, ¡oh!, él solo… No podían creerlo. Ellos estaban con el corazón destrozado y tristes, llorando. Y allí aparece el precioso Jesús, entre los quebrantados de corazón.
130 Otra cosa, esa fue la primera mañana de Pascua. Jesús, la resurrección de toda vida, estaba vivo y entre la primavera, entre el canto de las aves, entre el nacimiento de las nuevas flores. El Jesús resucitado, también estaba en la primavera, viniendo en—en resurrección.
131 ¡Cómo fue que Él caminó allí con ellos y comenzó a hablarles, a decirles! Dijo: “Bueno, ahora, Uds. deben creer lo que los profetas dijeron. Deben creer todo lo de las Escrituras que se ha escrito, con respecto a Cristo: cómo Él debía sufrir y resucitar al tercer día, y todo eso”. Bueno, ellos estaban demasiado tristes.
132 Después de un rato, de que Él empezara a hablar, había algo en este Hombre que hablaba un poco diferente a otros hombres. No era como el resto de los hombres. Había algo en Él que parecía tener una profunda sinceridad. Algo en eso era significativo, y Él comenzó a explicar de las Escrituras. Él era un Maestro de las Escrituras; de como los profetas dijeron que el Cristo moriría, y resucitaría al tercer día. ¡Cómo comenzaron a arder sus corazones en ellos! Algo estaba ocurriendo.
133 Y a medida que avanzaron, hablaron durante el día. Ahora estaban a unos pocos estadios, cerca de una milla y media, de Jerusalén, a donde iban. Caminando lentamente, con el mismísimo Cristo resucitado, y no lo sabían.
134 ¡Cuántas veces Él se ha sentado en el puesto con Ud.! ¡Cuántas veces ha estado con Ud. en las horas de sus pruebas y problemas, y Ud. no lo reconoció! ¡Cuántas veces Él estuvo al volante cuando Ud. casi se mata en aquel accidente, o simplemente esquivó aquel accidente o algo así, y Ud. no reconoció que fue Él! ¡Él estaba con Ud. cuando el barril estaba vacío, y la vasija estaba seca, y ya no había nada para los bebés; y aquel hombre vino y puso esos víveres en la puerta, o lo que fuera! Ese fue Cristo. Él está vivo hoy. No está muerto, sino que Él vive.
135 Me paré, hace unos mañanas, con un médico bastante ateo, en Louisville. Él estaba… Yo había ido, después de regresar de África. Me estaban examinando para ver si tenía ameba. Él me dijo: “Rev. Branham” dijo, “y Ud. cree en esa tontería…?”.
Yo dije: “Sí, señor”.
136 Y él dijo: “¿Me quiere decir que Ud. cree que ese Hombre resucitó de entre los muertos?”.
Yo le dije: “Sí, señor, lo creo”.
137 Y él dijo: “¿Cómo puede probar Ud. que Él resucitó de entre los muertos?”.
Dije: “Yo puedo probar que Él es el Cristo resucitado”.
“¿Cómo puede Él”?
138 Yo dije: “Él vive en mi corazón. Así es como sé que Él lo hizo. Aquí adentro, Él me cambió de un pecador a un Cristiano; cambió mi naturaleza; cambió mis actitudes. Él cambió todo lo que había en mí. Me hizo una nueva criatura. Así que, sé, personalmente, que Él resucitó de entre los muertos”.
Él dijo: “Yo creo que Él murió”.
139 Yo—Yo dije: “Yo también. Pero, Él murió. Sí, y más que eso, Él resucitó de la muerte”.
140 Y hoy Él vive dentro de nuestros corazones. Por eso somos felices y podemos cantar; por eso podemos sentirlo. Aquí no hace mucho, Jesucristo, el Hijo de Dios, hizo un gran milagro para mí en mi propia vida. Él ha hecho milagros para Ud. Él camina con Ud. diariamente. Él camina con cada creyente. “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No importa lo que ocurra, Cristo todavía vive y reina hoy en el corazón humano.
141 Por eso, como dice la historia, cada mañana nos levantamos gruñones y salimos, y: “Bueno, es que estoy medio dormido”, y todo eso. No es de extrañar que tengamos la presión de la sangre alta y diabetes, y todo lo demás.
142 Miren al pequeño petirrojo. Él se levanta cada mañana y lo primero que hace, levanta su carita hacia los cielos y comienza a cantar a todo pulmón. Uds. nunca han visto alguno de ellos sufriendo de la presión, con muletas, con diabetes.
143 Saben, un pequeño petirrojo dijo, una vez, dijo: “Bueno, me pregunto ¿qué sucede?” dijo, “estas personas, estas cosas, criaturas que se llaman seres humanos”. Dijo: “¿Por qué deben estar tan tristes? Tal vez no tienen un Padre Celestial como nosotros, que nos cuida”.
144 Una noche, en una reunión aquí en la iglesia bautista Milltown, cuando yo era el pastor allá. Yo venía a casa con un viejo amigo mío, para pasar la noche. Y venía notando que cuando pasaba por allí, había un ruiseñor parado en un arbolito de cedro allí. Y cantaba toda la noche a todo pulmón, tan fuerte como podía. Yo entendía muy bien por qué los pájaros cantan cuando amanece. Me imagino que la luz del sol al bañarlos, hace que canten. Pero ¿qué hace que ese ruiseñor cante?
145 Así que me conseguí un libro y empecé a leer sobre el ruiseñor. Y descubrí que el ruiseñor, lo que le hace cantar, es que él observa los cielos. Y cada vez que mira y ve que las nubes retroceden, y puede ver una estrella, un rayo de luz, empieza a gritar y a cantar con toda su voz. ¿Por qué? Porque sabe que el sol está brillando en algún lugar. Le está diciendo a la tierra que el sol está brillando en algún lugar.
146 Y, hermano, hermana: mientras que abajo en mi corazón, en medio de las nubes negras de tormento y las pruebas y problemas, si puedo sentir el Espíritu Santo venir de vez en cuando, y darme una bendición, yo sé que el Poder de Dios aún vive y reina en algún lugar. Así es.
147 Si pudiera preguntarle a esa estrella de la mañana: “¿Qué te hace brillar allí arriba? ¿Por qué brillas?”.
148 Ella diría: “No soy yo la que brilla, Hermano Branham”, si la estrella pudiera hablar. “Solo es el sol que brilla en mí, el que me hace brillar”.
149 Y así es con cada hombre que es creyente en Jesucristo, que está escondido en Él. No es Ud. el que brilla, es el Espíritu Santo que brilla en Ud., el que le da esta esperanza y este gozo de la resurrección.
150 Solía hablar de, cuando hablaba por acá de un viejo manantial del que yo bebía. Burbujeaba y saltaba, y saltaba y saltaba, allá cerca de Milltown. Yo me preguntaba por qué saltaba ese manantial, así que un día me senté allí y le hablé. Imagínense a un hombre hablando con un manantial. Pero yo estaba hablando con la Naturaleza Quien hizo el manantial. Y me pregunte: “¿Qué te hace tan burbujeante, saltar tanto? ¿Será por—por los niños que vienen aquí y beben de ti, o porque yo bebo de ti, o algo así?”.
151 Si el manantial pudiera haber respondido, diría: “No, Billy, no es porque tú bebas de él. No es porque nadie beba de mí. Es algo que está debajo de mí aquí, empujándome y haciéndome burbujear y saltar, y comportarme de esta manera”.
152 Así es con cada hombre o mujer que nace del Espíritu de Dios. No es Ud. No es emoción humana; es porque la resurrección o el Poder de Dios está en esa vida humana, y está presionando hacia la Vida Eterna, moviéndose hacia la Vida Eterna. ¡Hay Algo aquí! Ud. no podría guardar silencio aunque tuviera que hacerlo. Hay algo dentro de Ud.
153 Cuando vino Jesús, entró caminando a Jerusalén, y ellos cortaron ramas de palma y comenzaron a gritar y a llorar y a comportarse así. Algunos de esos fariseos almidonados dijeron: “Háganlos callar. ¡Oh, nos dan escalofríos! ¡Oh!, ¡esas personas cómo gritan y se comportan así!”.
154 Él dijo: “Si ellos callan, las rocas gritarán inmediatamente”. Algo tiene que suceder. Cuando la Vida llega a la muerte, hay una resurrección; tiene que haberla.
155 Y cuando la Vida que está en Jesucristo llegue a la tumba donde nuestros seres queridos están durmiendo, habrá una resurrección. La Vida y la muerte no pueden estar juntas, como tampoco la oscuridad y la luz del día. Tan pronto como la oscuridad…
156 Cuando llega la luz del día, aleja la oscuridad. La luz del día tiene que brillar. No importa lo que ocurra, cuando ese mundo da la vuelta allí, delante de ese sol, la luz del día tiene que llegar; tiene que hacerlo.
157 Y tan cierto como la Eternidad, a medida que se acerca al momento de la venida del Hijo de Dios, habrá una resurrección en este mundo. Y todo lo que duerme en Dios, Cristo lo traerá Consigo en Su resurrección. Tiene que suceder. No hay cómo impedirlo. Ud. la tendrá. Y ¿cómo puede Ud. tenerla a menos que esté aquí adentro?
158 Hace un tiempo, yo estaba en Gary, Indiana, y me llevaron por las grandes fabricas de acero de Gary. Y me alarmé mucho, cuando estaba mirando. El superintendente me llevó, y me mostró todo el lugar. Y dijo… Yo estaba observando a los hombres.
Sonó un pequeño silbato, cinco minutos antes de la hora de salir. Me di cuenta de que cada hombre se quitaba el delantal y lo colocaba sobre su máquina. Y alrededor de sus tornos y demás, barría afuera hacia el pasillo, un montón de virutas que se habían acumulado del material en el que estaba trabajando. Y las barrían todas hacia el pasillo. Y dijo: “Voy a mostrarle algo aquí, Rev. Branham”.
Yo dije: “Está bien”.
159 Luego, volvió hacia un lugarcito. Después de que sonara el silbato principal, y todos los hombres salieron. Todos salieron del edificio; nos dejaron solos. Y presionó un botón. Y allá atrás en la parte de atrás, oí que algo tronó, y un rugido, y “burr,” que bajaba. Pensé: “¿Qué es eso?”.
160 Después de un rato, me dijo: “Ahora párese a un lado”. Me puse de pie a un lado.
161 Y vi una banda metálica que venía por allí. Y al hacerlo, aquí venía un gran imán recorriendo por allí. Y a medida que ese imán bajaba por esa línea, comencé a ver esas virutas volando hacia arriba para pegarse a él, así, esas virutas de metal. Me fijé que algunas de ellas no subieron. Y vi que varias piezas de hierro no subieron. Y ese imán volvió al caldero y derri-… dejó caer todo esto en el caldero, y se derritió y fue hecho de nuevo.
162 Y dije: “Bueno, ¿por qué no subió todo aquello?”. Dije: “Veo algunas virutas”.
163 Dijo: “Rev. Branham, hacemos algunas piezas de aluminio aquí”. Dijo: “Y esas piezas de aluminio no están magnetizadas con ese imán”.
Dije: “¡Alabado sea el Señor!”. Y—y dije…
Él dijo: “¿Qué le sucede?”.
164 Dije: “Solo pensaba”. Y dije: “¿Por qué—por qué no subieron las otras piezas de hierro?”.
165 Dijo: “Si Ud. se fijó, están atornilladas. No se pueden levantar”.
Dije: “¡Alabado sea Dios! ¡Aleluya!”.
Dijo: “¿Qué sucede, Rev. Branham?”.
Dije: “Solo estaba pensando”.
Él dijo: “Me imagino que sí”.
166 Le dije: “Hermano, allá en algún lugar, en la Eternidad, aleluya, hay un gran imán. El Hijo de Dios va salir, una de estas mañanas. Y barrerá esta tierra, como un imán. Y cada alma que esté magnetizada con Él subirá a Su encuentro en el aire, y estará allí en la resurrección, para vivir con Él, será llevada allá. Y estos viejos cuerpos en los que vivimos ahora, o incluso como los que tenemos ahora, que se están envejeciendo, y arrugándose, y encorvándose; serán soltados allá en el caldero del polvo, y moldeados de nuevo, y hechos a semejanza de Su Propio cuerpo glorioso, en la resurrección final cuando Él venga de nuevo”.
167 Y yo dije: “Bueno, pero mire aquí, hay mucha gente que no está magnetizada. Hay mucha gente atornillada aquí con circunstancias, dicen: ‘Yo no puedo. Es que yo no pude hacerlo. Es demasiado el precio’”.
168 Hermano, a menos que ese corazón sea cambiado y esa alma allí sea magnetizada con Dios por el Espíritu Santo, cuando Jesús venga, Ud. se quedará en la tierra solo. Recuerde, habrá una resurrección una de estas mañanas, solo para los que están muertos en Cristo, Dios traerá con Él.
169 “Caminando entre los discípulos, dándose a conocer” dice, “dándose Él Mismo a conocer”.
170 Hay hombres, por todo el país, a veces criticándome por la sanidad Divina. ¡Pues, hermano mío, cómo podría yo dejar de creer en la sanidad Divina, cuando es la naturaleza misma del Espíritu Santo! Todo hombre que nace del Espíritu de Dios tendrá que creer en lo sobrenatural, porque él es parte de Dios, es linaje de Dios.
171 Yo digo: “Ud. se parece a su papá”. Digo: “Tiene la nariz como…”. Me dicen que tengo la nariz como papá; tengo la boca como papá. ¿Por qué? Él es mi padre. Yo tengo derecho a parecerme a él.
172 ¡Aleluya! Entonces, si Dios es mi Padre, yo tengo derecho a creer en lo sobrenatural, porque yo nací del Espíritu sobrenatural. Eso me convierte a mí en un ser sobrenatural. Por dentro, por fuera, soy—soy un hombre de barro; Ud. es un hombre de barro. Pero, por dentro, cuando Ud. nace del Espíritu de Dios, Ud. se convierte en un ser sobrenatural allí dentro, y ese ser sobrenatural tiene hambre y sed de su Hogar Celestial, más allá. Así es. Amén. Fíjense en esto.
173 Allí estaban. Aquí estaba Él caminando ahora. Ha resucitado de entre los muertos. El gozo comienza a llegar. Los discípulos comienzan a tener un poco más de energía en sus pasos. Algo ha ocurrido: Él ha resucitado de entre los muertos.
174 Así es con cada hombre o mujer cuando nace del Espíritu de Dios y ve la verdadera resurrección. Ningún hombre sabe que Jesús ha resucitado de entre los muertos, a menos que él mismo haya muerto, en Cristo Jesús, y haya nacido otra vez, de nuevo por el Espíritu Santo. Todo hombre solo está creyendo teológicamente, solo cree materialmente, él solo está viéndolo en el papel, hasta que el Espíritu Santo haya dado testimonio de la resurrección de Jesucristo. Ud., de las cosas muertas de la vida, a una esperanza nueva y viva en Cristo Jesús. Todo hombre o mujer sin eso está perdido, esta mañana. Así es.
175 ¡Oh, mi hermano, hermana, esté a cuentas con Dios! Limpie ese corazón, al punto que suenen las campanas de gozo del Cielo, y haya una resurrección: Jesús vive y reina dentro del corazón.
176 Fíjese mientras ellos iban allí junto al camino. Creo que eso allá fue algo muy maravilloso. Y la Biblia dice que siguieron, por el camino, y hablaron entre ellos. Y cuando llegaron al final, justo donde iban a pasar la noche, ellos no querían que Él se fuera.
177 Hay algo en Él que, si Ud. llega a conocerlo, Ud. no quiere que se vaya. Es cierto. Ahora, Él…
Dijeron: “Entra y quédate con nosotros”.
178 Me gusta eso: “Entra y quédate”. Todo hombre que alguna vez que ha entrado en contacto con Jesucristo quiere que Él se quede: “Quédate con nosotros”. El mundo está muerto. Cristo ha resucitado. Aquí está Él, viviendo con nosotros. Muy bien.
179 “Entra y quédate con nosotros. Se está acercando…”. Y, Jesús, ahora recuerde, ellos Lo invitaron a entrar.
180 Y todo hombre que venga a Cristo tendrá que invitar a Cristo a su casita en la que Ud. vive. Él solo viene por invitación. Él Mismo no Se invita. Ud. dice: “Yo no quiero nada de esa cosa de fanáticos”, está bien, no se preocupe, no vendrá allí. ¡Pero es cuando Ud. esté dispuesto y listo, listo para abandonar las cosas del mundo!
181 Como le hablé anoche a los misioneros. Les dije: “Sí, claro, Uds. van aquí al colegio y aprenden su teología, y salen, leyendo, escribiendo, y aritmética; y van a África y hacen a una persona doblemente hijo del infierno, del nativo, que en primer lugar”.
182 Pero yo dije: “Jesús, cuando comisionó a Sus discípulos para que fueran misioneros, dijo: ‘He aquí, Yo envío la promesa del Padre sobre vosotros, pero quedaos vosotros primero en la ciudad de Jerusalén’, no en algún seminario, no en alguna escuela de ética. Dijo: ‘Permaneced en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos del Poder de lo Alto. He aquí, Yo enviaré la promesa del Padre sobre vosotros, pero quedaos en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de Poder desde lo Alto. Después de esto, que el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, entonces seréis misioneros, o testigos, de Mí en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra’”.
183 ¡Y no es sino hasta que un hombre sea equipado por el Espíritu Santo; no por la educación, no por la teología, no por la membresía de la iglesia! Amén. [Cinta en blanco.—Ed.]…estado en Jerusalén y lleno del bautismo del Espíritu Santo, él no está calificado para el púlpito, así es, como misionero o cualquier otra cosa.
184 Y cuando Felipe fue allá, el primer misionero que salió fue a Samaria. Y cuando llegó allá, él predicó el Evangelio, sanó a los enfermos y abrió los ojos de los ciegos, abrió los oídos de los sordos. Hubo gran alegría en la ciudad.
185 Y dondequiera que vaya un verdadero misionero de Dios, o un predicador, las campanas de gozo suenan, de la resurrección de Cristo. Ud. no puede tener la muerte y la Vida juntas; se separarán. Amén. Entonces cuando Cristo entra al corazón humano, Él lo separa a Ud. de las cosas muertas del mundo, a una esperanza viva, es una nueva criatura en Cristo Jesús, y él viene a ser un hombre nuevo. Déjenme decirles, hermanos míos: si el mundo necesita algo hoy, es que les prediquen la verdadera resurrección genuina de Cristo.
186 Ellos dijeron: “Ven y quédate con nosotros. La tarde, el día se hace tarde. Bueno, oímos a esas mujeres, lo que dijeron, ¿me pregunto si todo eso será cierto?”. Iban allí como pensando en otra cosa. Pero él le dijo: “Pasa ahora, solo por un rato”. Dijeron: “Entra ahora y quédate con nosotros”. Él hizo como si fuera a seguir. Muchas veces Él lo hace, solo para ver lo que Ud. hará. Así es. Y después, después de un rato, Le rogaron. Dijeron: “Entra”.
187 Entraron, probablemente tomaron el menú, dijeron: “¿Bueno qué vas a cenar?”.
188 Y empezaron a decir: “Quédate con nosotros. Nos encantas. ¡Pues, nos gustaría tenerte como nuestro pastor! Hay algo en Ti que es diferente de otras personas. Hay algo en Ti; Tú explicas las Escrituras un poco diferente de los demás. Nos gustaría que fueras—fueras con nosotros. Nos gustaría que conocieras a nuestros amigos: Pedro, Santiago y Juan, y los demás. Tenemos algunos amigos que fueron seguidores de Jesús, y nos gustaría que entraras. Parece que sabes mucho sobre Él”. Y era Él Mismo. Era Él. Él se sienta al lado suyo muchas veces.
189 Y Él se paró allí, y comenzó a hablar con ellos. Y entonces, de repente, cuando tomó el pan… Él tomó el pan. Ahora, sus ojos estaban cegados. Y Él partió el pan. Cuando levantó Sus ojos, y lo bendijo y lo partió, entonces les fueron abiertos los ojos. Me gusta eso; les fueron abiertos los ojos. Si alguna vez hubo un momento en que la iglesia de Cristo necesita que le abran los ojos, es hoy; más partir del pan. Sus ojos fueron abiertos y reconocieron que era Él.
190 ¡Oh, amigo!, ¿alguna vez Él ha abierto sus ojos de esa manera? ¿Alguna vez Él lo ha bendecido a Ud. de esa manera? ¿Alguna vez Él lo ha desprendido a Ud. de las cosas del mundo, lo ha separado, un tiempo de ruptura y de apertura? Eso es lo que la iglesia necesita hoy, es un tiempo de ruptura y de apertura. Y sus ojos fueron abiertos, los ojos les fueron abiertos, más bien, y ellos Lo reconocieron. Así como Él lo hizo con ese pan, fue como ellos Lo reconocieron. ¡Vaya, cuántas veces…!
191 Aquí no hace mucho tiempo, una señora estaba por acá en la esquina. Tenía tuberculosis. Supongo que ella está en la iglesia esta mañana. No logro recordar el nombre de la dama. Vive al otro lado del… Reese. Gracias, hermana. Así es. La Sra. Reese, estaba allí postrada, tenía tres o cuatro hijos pequeños, y yo fui a orar por ella. La habían enviado del sanatorio por acá, para morir. Así que fui allá para orar por ella.
192 Y había un incrédulo que vivía al lado mío, y trabajaba aquí en el gobierno, el Sr. Andrews. Así que pasé por la esquina, en mi vieja bicicleta. Y—y había orado por la mujer, una noche, un par de noches antes de eso. Me fui a casa. Y mientras estaba en el porche, el Señor me mostró una visión de que la mujer viviría.
193 Así que, fui allá. Yo dije: “Tengo ASÍ DICE EL SEÑOR, para Ud. Va a vivir”.
Y ella dijo: “¡Oh, gracias a Dios!”, la pobrecita.
194 Le dije: “¿Se levantará Ud. para ser bautizada en el Nombre del Señor, invocándolo a Él y lavando de Ud. su pecado?”.
195 Ella dijo: “Haré todo lo que Dios me pida. Solo venga y guiéme, y yo—yo lo haré”.
Yo dije: “Muy bien”.
196 Un par de mañanas después de eso, conocí a un—un hombre que iba por la calle allí, y era el Sr. Andrews. Él dijo: “Oiga, espere un minuto, predicador”. Era como a esta hora de la mañana, supongo. Y él dijo: “Espere un minuto, predicador”. Él dijo: “¿A dónde—a dónde va?”.
Dije: “A la tienda de comestibles”.
Dijo: “¿No le da vergüenza de sí mismo?”.
Dije: “¿Qué?”.
197 Dijo: “Decirle a esa pobre madrecita moribunda allí, que ella iba a vivir”.
Dije: “Bueno, ella va a vivir”.
Él dijo: “¿Cómo sabe que ella va a vivir?”.
Dije: “Jesús lo ha dicho. Así es como lo sé”.
Dijo: “¿Cómo lo sabe?”.
198 Dije: “Él me mostró una visión de ella”. Así como Él lo hizo; yo sabía que iba a ser. Seguro.
199 Dijo: “Me avergonzaría de mí mismo”. Dijo: “Ud. solo va por ahí engañando a la gente así”. Dijo: “Debería darle vergüenza. Y, sé que es un poco duro de mí, que apenas lo conozco y le hable así”.
200 Le dije: “Está bien. Ud. tiene sus propias ideas y yo también tengo las mías”. Me subí a mi vieja bicicleta y me fui.
201 Dos días después, su esposa, siendo una mujer Cristiana, se enfermó. Me acerqué, le dije: “Sr. Andrews, ¿podría hacer algo por Ud.?”.
202 Dijo: “Escúcheme bien”. Dijo: “Tenemos un buen médico”. Dijo: “No necesitamos ninguna ayuda suya”.
203 Yo le dije: “Gracias”. Dije: “Sé que tiene un buen médico”. Y él dijo su nombre; y él—él es un buen doctor aquí en la ciudad, un amigo mío. Dije: “Es un buen médico”.
204 Dijo: “Ella tiene apendicitis. Se la sacaremos, y eso es todo”. Dijo: “No necesitamos de ninguna oración por aquí”.
205 Dije: “Eso, Sr. Andrews, no pedí eso”. Dije: “Yo solo quería decirle que yo—yo podría cortar su leña. Podría hacer cualquier cosa que yo pudiera por Ud., entrar su leña, carbón, cualquier cosa que pudiera hacer”.
206 Así que, ¡oh!, él fue muy cortante allí. Él no quería, nada que ver con la oración. Dije: “Está bien”. Así que volví a casa.
Y cuando lo hice, ¡oh!, se la llevaron al hospital.
207 Y a la mañana siguiente comencé a patrullar. Yo era—era un guardabosques, ya saben. Y me abroché mi pequeña y vieja pistola, y empecé por el camino. Iba caminando, por la carretera, y yendo por allí.
208 Y de pronto, allí, Algo me habló, dijo: “Date vuelta y regresa”. Ese es el Jesús resucitado: “Date vuelta y regresa”.
Pensé: “¡Oh, bueno!, eso, tal vez fui…”.
Algo me dijo: “Regresa”.
209 Di la vuelta y regresé. Llamé a la Compañía de Servicios Públicos. También estaba patrullando las líneas de alta tensión, así que llamé, les dije que no trabajaría ese día. Había una especie de llovizna, aunque no lo suficiente para impedir que trabajara, pero volví. No sabía por qué.
210 Me senté y desarmé mi pequeña pistola, estaba allí de pie puliéndola. Yo… Meda me dijo, mi esposa, ella dijo: “¿Qué estás haciendo ya de vuelta?”.
211 Dije: “No lo sé. Él me dijo que volviera. ‘Obedecer es mejor que el sacrificio, y oír que la grosura de los carneros’. Sencillamente regresé”. Me senté allí y estaba puliendo la pequeña pistola.
212 Y, de pronto, vi algo que venía alrededor de la casa; y aquí venía él, con su sombrero puesto de lado, ya saben, y con mucosidad colgando de su nariz, y entró. Dijo… [El Hermano Branham golpea el púlpito tres veces.—Ed.] Dijo: “¿Sra. Branham?”.
Dijo: “Sí”.
“¿Está el predicador aquí”?
Dijo: “Sí”. Dijo: “Pase, Sr. Andrews”.
Dijo: “Hola, predicador”.
Y yo dije: “Buenos días, Sr. Andrews. Tome asiento”.
213 Dijo: [El Hermano Branham solloza.—Ed.] “¿Ud.—Ud. supo de la Sra. Andrews?”.
Dije: “No”.
Dije: “Bueno” dijo, “ella se va a morir, predicador”.
214 Dije: “¡Oh, qué lástima!”. Dije: “Siento mucho escuchar eso”. Dije: “Aunque, sé que Ud. tiene un buen médico”.
Y él dijo: “Sí” dijo, “pero no—no—no era apendicitis”.
Y dije: “¿No era? ¿No?”.
215 Dijo: “No. Tenemos un especialista allá ahora, de Louisville”. Dijo: “Es un coágulo de sangre. Está a un par de horas de su corazón” dijo, “subiendo a su corazón”. Dijo: “Ella se va a morir”.
216 Dije: “¡Vaya, qué lástima! Siento mucho escuchar eso”. Solo seguí puliendo mi arma.
217 Dijo: “Pues” dijo, “bueno, eh, ella está, eh, ella está muy mal”.
218 Y yo dije: “Sí, señor”. Dije: “Eso es…”. Lo dejé que sudara un poco, y seguí ocupado con mi arma.
219 Él dijo: “Bueno, eh, eh” dijo, “¿cree Ud. que podría ayudarla?”.
220 Dije: “¿Yo?”. Dije: “Yo no soy médico. No sé qué hacer, señor”. Dije: “No soy médico”.
221 Él dijo: “Bueno, eh, eh, sabe” dijo, “eh, yo—yo—yo pensé que tal vez—tal vez Ud. podría, eh, ayudarla un poco”.
Y le dije: “¿Qué quiere decir?”.
222 Él dijo: “Bueno, eh, Ud. sabe, como la mujer allá de…”.
223 Yo dije: “Ya veo”. Dije: “Ese no fui yo; Ese fue el Señor Jesús”.
Y él dijo: “Bueno…”.
Le dije: “¿Pensé que Ud. no creía en Él?”.
224 Él me contó una pequeña historia una vez. De que su—su abuela había, o su—su tía, creo que era, había hecho una promesa, que ella le pagaría a un anciano predicador de circuito, cinco dólares a fin de año. Ella había lavado ropa, y no tenía dinero para pagarle. Y llegó el día de lavado, y entonces el predicador iba a estar allí, y ella no tenía dinero. Y ella tenía una moneda de diez centavos, o de cinco centavos, o lo que costara una gran barra de jabón, y lo envió a él a la tienda. Regresó, y dijo: ella tomó la—la barra de jabón, y el… y estaba llorando. Dijo… Echó mano allí de su gran delantal viejo y se secó las lágrimas.
225 Y ella estaba sobre la vieja tetera, como antes tenían que hacer sus madres. Por supuesto, ahora Ud. solo toca un botón. Eso ya no existe, ¿ven?
226 Pero ella puso el jabón en la tabla de lavar así. Y al aplicarlo, oyó algo que raspaba. Y miró hacia abajo, y vio que metido en la barra de jabón había una pieza de oro de cinco dólares; lo que ella le había prometido al viejo predicador de circuito. Ella dijo…
Yo dije: “¿Cómo llegó eso allí?”.
Dijo: “Bueno, me lo estaba preguntando”.
227 Yo dije: “Jesús que ha resucitado hizo eso. Ella hizo la promesa de todo buen corazón. Pensó que podía hacerlo, y Dios le proveyó a ella la manera”. La manera en que Él hace las cosas, así es como uno lo reconoce a Él; precisamente por lo que Él hace, las cosas que Él hace, la forma en que lo hace. Ella dijo…
228 Él dijo: “Bueno, me—me lo he preguntado, siempre”. Dijo: “Eso siempre ha estado en mi corazón, me pregunto si hubiera…”.
Dije: “¿Si hubiera?”. Le dije: “Lo hay, Sr. Andrews”.
229 Él dijo: “Bueno, Hermano Branham, ¿Ud. cree que ella… que Él—Él—Él podría ayudar a mi esposa?”.
Dije: “Seguro. Yo sé que Él puede”. Dije: “¿Podría Ud.…”
Él dijo: “¿Podría orar por ella?”.
230 Yo dije: “No. Ud. ore por ella”. Dije: “Ud. es la persona que debe orar”.
Él dijo: “Bueno, no sé cómo hacer una oración”.
231 Dije: “Eso no serviría de nada, de todas formas, si Ud. dijera una oración”. Dije: “Arrodíllese y hable con Él”.
Él dijo: “Bueno, ¿cómo lo hago?”.
232 Dije: “Solo mueva su silla hacia atrás, y colóquese allí… solo arrodíllese allí, junto a la mesa, y comience a orar”.
233 Así que se arrodilló allí, y comenzó a orar. Y dijo: “Bueno” dijo, “Don, yo no sé cómo hablar con Ud.”. Dijo: “¡Pero si Ud. tan solo ayuda a mi esposa!”.
234 Se levantó y dijo: “Oiga, predicador, vamos ahora al hospital y hablemos con Él”. Dijo: “Pueda ser, si vamos al hospital”.
Dije: “Está bien”. Mi esposa se preparó. Fuimos allá.
235 Y la Sra. Andrews allí, ni siquiera se podían ver sus ojos, la—la sangre se había separado, Uds. saben. El coágulo había hecho que la sangre… el agua. Y no se podían ver sus ojos. La miré. ¡Oh, vaya! Mi esposa comenzó a llorar.
236 Me arrodillé y comencé a orar. Dije: “Amado Dios, pido ahora que ayudes a esta mujer”. Dije: “Al ver que todos estamos sin esperanzas y sin qué hacer. El médico ha hecho todo lo que pudo, y sin embargo ella está aquí muriendo”. Dije: “¡Oh, Dios!, ¿qué podríamos hacer? ¿Cómo podríamos hacer algo ahora? Te invocamos. Sabemos que Tú te levantaste de entre los muertos y que estás vivo entre nosotros. Y eres tan tangible como la luz que está en mis manos. Tú estás aquí. Y tienes todo el poder, y puedes hacerlo. Ahora, Señor, si hemos encontrado favor en Tu vista, venimos humildemente y pedimos misericordia para esta mujer”.
237 Mientras oraba, las cosas comenzaron a moverse así. Miré y la vi que venía a mi casa, con una tarta de manzana en la mano, y me la dio. Y yo me puse en el porche delantero y empecé a cortar esta tarta de manzana, y a comérmela. Entonces me levanté, después de que Él había mostrado la visión.
238 ¿Qué era? El Señor resucitado. ¿Cómo fue? Él está entre los hombres. “Las obras que Yo hago…”. Él le dijo a la mujer sus pecados, en el pozo. Dijo dónde estaba Felipe, cuando estaba bajo la higuera, orando. Sabía dónde estaba el pez, que tenía una moneda en la boca. Dijo: “El Padre Me muestra las obras, y de esa manera las hago. Y las cosas que Yo hago, las haréis vosotros también”. ¿Qué es? Es la resurrección. Él se levantó de entre los muertos. Él no está muerto. Está aquí mismo con nosotros ahora. Es tan real, en esta sala, como la luz. Él es igual de real.
239 ¡Pues, el hombre, hace unos años, no sabía lo que era la electricidad!, pero tenía un hambre en su corazón por saber lo que era. Él creía que podía convertirla en luz. Thomas Edison, y ensayó diez mil cables, y finalmente encontró algo. Y él le dio electricidad al mundo.
240 El hombre creyó en la televisión, y—y todas esas otras cosas. Dios lo puso todo aquí.
241 Y hay Poder del Cristo resucitado esta mañana, aquí mismo en este edificio, para salvar a cada pecador, para llenar con el Espíritu Santo, y sanar toda enfermedad que hay en el mundo, si Ud. solo descubre el cable correcto que conduce a él. Es el amor y la fe; ese es el cable correcto. Conéctese y pruebe una vez, y vea si Él no se comunica.
242 Saben, cuando Franklin atrapó el rayo, no sabía lo que tenía. Dijo: “Lo tengo. Lo tengo. Lo tengo. Lo tengo”. Él sabía que había habido una resurrección. [El Hermano Branham golpea el púlpito seis veces.—Ed.] Había algo que él atrapó; no sabía lo que era.
243 Puede ser que el Espíritu Santo en veces le habla a Ud., y Ud. no sabrá Lo que es; pero Ud. sabe que está ahí, tal y como Él lo hace. Solo es la forma que Dios tiene para hacer las cosas; ellos Lo reconocen.
244 Este Sr. Andrews, entonces, cuando salí y se lo dije. Y al tercer día, como a las dos… Bueno, unas dos horas después, volvimos a casa. Y él vino…
245 Esto era en los commons aquí, en ese entonces. Él cruzó allí caminando. Lo habían llamado, dijeron: “Su esposa está agonizando”. Dijeron: “Ya tiene los estertores de muerte en la garganta. Será mejor que venga”.
246 Y aquí volvió él, todo decepcionado. Dijo: “Hermano Branham” dijo, “el médico dijo que ella se va a morir”. Dijo: “Él está allí ahora mismo. Dijo que, ‘Ella se va a morir’”.
Yo le dije: “Pero el Señor Jesús dijo: ‘Ella va a vivir’”.
Dijo: “Bueno, ¿pero cómo puede… Si se muere, ¿puede vivir?”.
Yo le dije: “Ella ya está viva”.
247 ¡Aleluya! No se perturben con el aleluya. Significa “gloria a nuestro Dios”. Si ha habido una mañana en la que los aleluyas debieran resonar en la gente, es en esta mañana. Así es. Alabado sea nuestro Dios, porque cada sombra de muerte fue quitada. Él vive.
248 Noten. Y él dijo: “Bueno, ahora” dijo, “¿cómo ella va a lograrlo?”.
249 Dije: “Yo… Eso no es asunto mío. Yo solo tengo que creer lo que Dios dijo que va a hacer”.
250 Así que él estaba muy triste. Y después de un rato fue al hospital.
251 Y luego regresó, y dio la vuelta por la casa, clippity, clippity, clippity. Entró corriendo, dijo: “Predicador, ¿sabe lo que ha sucedido?”.
252 Y yo dije: “¿Qué, Sr. Andrews?”. Yo aún estaba allí, puliendo, Uds. saben.
Dijo: “Sabe lo que ha sucedido”.
Y yo dije: “¿Qué ha sucedido, Sr. Andrews?”.
253 Dijo: “Ella se levantó. Ha eliminado toda el agua que tenía. Dijo: ‘Me muero de hambre’”. Dijo: “Fueron a buscarle un caldo. Y ella dijo: ‘No quiero caldo. Quiero salchichas y chucrut’”. Ella tenía hambre.
254 ¿Qué fue? ¿Qué fue? Por cuanto Él se levantó de entre los muertos. [El Hermano Branham golpea en el púlpito cinco veces.—Ed.] Esa mujer salió del hospital una mujer sana.
¡Él vive, Él vive, para impartir salvación!
¿Me preguntas cómo sé que Él vive? Él vive en mi corazón.
255 Así es. Él pasó por allí. Y tres días después, apoyé mis pies en el porche de entrada, comí el mejor pastel de manzana que jamás haya comido. ¿Por qué? Él vive. Él se levantó de entre los muertos.
256 Esta mujercita por aquí, cuando se recuperó de ese estado tuberculoso, y el hospital había dicho que se iba a morir. Ella caminó por aquí, y luego lo rechazó. Pensó que era fanatismo, venir a ser bautizada.
257 Y sentada allí una noche, con fiebre alta, en su casa, podía oírme predicando hasta allá, en su casa. Yo estaba predicando sobre el bautismo en agua. Ella se levantó y vino, y tambaleándose hasta la iglesia. Y estaba sentada justo ahí atrás. Y dijo: “Debo bautizarme”. Un gran bulto se le había hinchado en el hombro. La Sra. Weber de por aquí, fueron a buscarle una bata, y se la colocaron. Ella entró al baptisterio, con fiebre de 40 grados, y fue bautizada allí de acuerdo a lo que ella le prometió a Dios. Y hoy… Eso fue hace años. Y hoy, allí está, sentada aquí, viva, esta mañana, es porque Dios vive y reina, y Él se levantó de entre los muertos.
258 Hace unas semanas, ella y su hija estaban en Louisville. Ellas venían por la calle, y había una pobre anciana, mendiga, sentada allí. Y ella estaba mendigando. Dijo: “Señora, por favor ayúdeme. Estoy necesitada”. Miró en su bolsillo, y solo tenía el dinero justo, quince centavos, creo que eran, para poder cruzar el puente.
259 Ella siguió caminando. Empezó a caminar por la calle. El Señor le habló, dijo: “Bueno, cuando tú estabas en apuros, Yo te ayudé. Y esa mujer está en apuros, y tú no la ayudas”.
260 Ella siguió caminando un poco más, dijo: “Señor, pero solo tengo los quince centavos. ¿Cómo vamos a llegar a casa mi hija y yo? ¿Cómo llegaremos?”.
Él dijo: “¿Y qué a ti? Sígueme tú”.
261 Ella se da la vuelta, regresa. Y le dice: “Señora, discúlpeme”. Dijo: “Solo tengo quince centavos, es todo lo que tengo, para cruzar el puente con mi hija”. Dijo: “Se los doy. Es todo lo que tengo. Lamento no tener más”.
Ella dijo: “El Señor la bendiga, hija mía”.
262 Ella se dio vuelta, comenzó a caminar. Su hija le dijo: “Bueno, mamá, ¿qué vamos a hacer ahora?”. Dijo: “Con todo el tráfico, sería peligroso caminar por ese puente”. Dijo: “No podemos caminar por el puente ahora”.
263 Ella dijo: “No lo sé. Él me dijo que lo diera, y eso era todo lo que tenía”.
264 Caminando por la calle, y justo entonces fue que miró. Su hija dijo: “¡Oh, mamá, mira! Aquí hay una moneda de cinco centavos”. Y ella miró, y dijo: “Y aquí hay una moneda de diez centavos”.
265 ¿Qué es? Es la manera en que Él hace las cosas. Nos hace saber que Él está aquí.
266 Aquí este último verano, estuve fuera, en reuniones. Mi esposa entró, dijo: “Billy, necesito un cheque. Tengo que ir a comprar unos comestibles”.
267 Un pobre predicador anciano vino aquí, dijo: “Hermano Branham, no tengo dinero”. Dijo: “Estoy—Estoy sin nada. Tengo que ir a Texas”. Dijo: “Yo—yo se lo devolveré algún día cuando pueda”. Dijo: “Pero ¿podría ayudarme, me ayudaría?”. Dijo: “Quiero cincuenta dólares”.
268 Fui al banco, a ver si los tenía. Bueno, solo tenía como—como unos cien, así que fui y le di los cincuenta dólares. Los tomó y se fue.
269 Los gasticos que se presentan, Uds. saben cómo es. Mi esposa dijo: “Billy, necesito un cheque esta mañana, unos veinte dólares, tengo que ir a comprar algunos comestibles”. Fuimos y compramos los comestibles. Regresamos. Y ella se olvidó de los huevos. Nos íbamos a quedar sin ellos. Y pensé: “¡Oh, vaya!” pensé, “tal vez alguien haga algo”.
270 Así que salí, y fui a ayudar al Sr. May, que estaba un poco… No había nadie en la casa todavía, y yo estaba paleando una tierra allá. Miré por casualidad y vi llegar un coche viejo, se estacionó en el lado y se bajó. Un viejo predicador salió de allí, como lisiado; y vino caminando, se sentó en el porche, se inclinó hacia atrás. Pensé: “Ese pobre predicador lisiado; yo—yo tengo que ir a verlo”.
Me acerqué. Le dije: “Buenos días”.
271 Dijo: “¿Cómo está Ud. Rev. Branham?”. Dijo: “Supongo que Ud. no me conoce”. Y me dijo quién era. Dijo: “Soy uno de esos pobres predicadores”. Dijo: “Yo estaba en Cleveland, y me dieron suficiente gasolina, para llegar hasta aquí”. Y dijo: “Mi viejo coche está casi seco allí afuera”. Dijo: “Algo me dijo que pasara por aquí”. Dijo: “Quizá Ud. podría darme una pequeña ayuda”.
272 Lo miré. Pensé: “¡Vaya, um!”, Uds. saben. Pensé: “Pobrecito”.
Le dije: “Oremos”.
Él dijo: “Me gustaría que Ud. orara. Estoy mal de una cadera”.
Y yo dije: “Muy bien”. Nos arrodillamos y empezamos a orar.
273 Cuando empecé a orar, el Señor dijo: “Dale cinco dólares”.
274 Yo dije: “Bueno, Señor, por supuesto, Tú lo sabes todo. Tú, Tú sabes si hay o no hay”.
Y le dije: “El Señor me ha dicho que le diera cinco dólares”.
Él dijo: “Eso es demasiado, Hermano Branham”.
275 Le dije: “Pero Él me dijo que le diera cinco dólares”. Y le llené el cheque. Le dije: “Llévelo donde Strother’s, ellos se lo cambiarán”. Pensé: “¿Y ahora qué?”. Salió. Se fue conduciendo, y llevaba un rato de haberse ido.
276 Había un hombre trabajando en la casa de allá, había venido con el Sr. Luther. Dijo: “¡Oiga, predicador!”.
Y yo dije: “Sí”.
277 Dijo: “Sabe” dijo, “tengo cien gallinas en casa”. Y dijo: “Esas gallinas viejas” dijo, “yo—yo les doy todos sus suplementos alimenticios y todo lo demás, y su comida, y” dijo, “no puedo hacer que pongan huevos”. Dijo: “Hace una semana, me arrodillé, dije, ‘Señor, si Tú tan solo—si Tú tan solo haces que estas gallinas pongan huevos, yo daré la mitad de los huevos’”. Dijo: “¿Sabe qué?, empezaron a poner”. Dijo: “Al día siguiente tenía noventa huevos”. Dijo: “Yo—yo tengo aquí una caja de huevos, quiero dárselos”. Cinco dólares, exactamente.
278 ¿Qué es? Solo es la forma en que Él hace las cosas. ¿Qué estoy tratando de decir esta mañana? Estoy queriendo decir esto: que, Jesucristo vive y reina. Él ha resucitado de entre los muertos. Él ha partido el pan. Sus ojos les fueron abiertos. Ellos reconocieron que era Él, por la manera exacta que Él hacía las cosas. Solo estén allí observando y lo verán, la manera en que Él hace las cosas, Él aún vive y reina.
¡Él vive, Él vive, para impartir salvación!
¿Pregúntame cómo sé que Él vive? Él vive dentro de mi corazón.
279 Su mensaje era: “Id y decid a Mis discípulos que me reuniré con ellos en Galilea”.
280 Y hoy Su mensaje es: Él se reunirá con Ud. “Me reuniré contigo”, dondequiera que Ud. se reúna con Él. “Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados”.
281 Pero, amigos míos, como esas personas se sorprendieron cuando oyeron a este Hombre en la orilla, decir: “Echad vuestra red”. Ellos no lo sabían. Y estos hombres en Emaús, habiendo caminado y hablado con Él, y no lo sabían.
282 Y muchos de nosotros, amigos míos, hemos perdido el premio del supremo llamamiento en Cristo, ha sido porque no reconocimos. En el Juicio Final, habrá mucha decepción, cuando Ud. se de cuenta que esa religión de Jesucristo trae salvación y felicidad y alegría. El cual es llamado, como dijo Pablo en los días de antaño: “En el Camino que es llamado herejía”. Herejía es “locura”, Uds. saben. “En el Camino que es llamado herejía, así adoro yo al Señor Dios de nuestros padres; en el camino que es llamado herejía”.
283 Muchas veces Uds. ven a gente feliz y en regocijo, y llena del Espíritu de Dios, donde se obra sanidad Divina y poderes y maravillas y milagros. Dicen: “Es hipnotismo”. Dicen: “Es esto, eso, o lo otro”. Pero, si Ud. tan solo lee la Biblia, es el Señor Jesucristo. Solo es que Ud. no lo reconoce a Él. Ud. no se da cuenta de Quién se trata.
284 Confío en que antes de que este día se acabe, antes que este día se acabe, que Él haga algo en la vida suya: que Ud. lo reconozca a Él, y la resurrección irrumpa en su corazón, si es que ya no lo ha hecho. Y que… Y Ud. verá que las aves cantan diferente. El amoroso Jesús resucitado, esta mañana, se ha levantado de entre los muertos, por lo que todos los temores de la muerte han desaparecido. ¡Aleluya! Están sellados en el Mar del Olvido.
285 Cuando San Pablo, ya anciano, llegó al final del camino, y estaba sentado allí encadenado de pies y de manos; ellos armaban los troncos afuera, donde le iban a cortar la cabeza. Cuando dijeron: “Pablo, ¿qué piensas ahora?”.
286 Él dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la Fe; por lo demás, me está guardada la corona de justicia, …el Señor, Juez justo, me la dará en ese Día; no solo a mí, sino a todos los que aman Su venida”.
287 Cuando lo sacaron al tronco allá, y se expuso el cuello y puso su cabeza allí, la muerte lo miró fijamente al rostro. Le dijo: “Ahora te tengo. Ahora sientes miedo”.
Él dijo: “¡Oh, muerte!, ¿dónde está tu aguijón?”.
288 Miró allá afuera y los vio cavando el hoyo, para ponerlo en la tumba. La vieja tumba lodosa dijo: “Caerás en mí. Te volveré a moldear; contaminaré tu cuerpo. Los gusanos de la piel entrarán y saldrán de ti. Yo…”.
Él dijo: “Sepulcro, ¿dónde está tu victoria?”.
289 Y volvió su rostro atrás hacia Jerusalén, ¡oh, vaya!, “¡Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!”. ¡Oh, vaya!
290 Yo tendré que llegar al final del camino. Uno de estos días, mi labor habrá concluido. Algunos de Uds. muchachos que están aquí, que jugamos juntos, boxeamos juntos, jugamos a las canicas juntos, y todo. Éramos niños entonces. Pero ahora empiezo a notar… Mañana es mi cumpleaños. Cumpliré cuarenta y cuatro años, mañana. Mis hombros comienzan a encorvarse, y me aparecen las arrugas bajo los ojos, el pelo que me queda se torna canoso. ¿Qué es? La muerte entrando; me está moliendo.
291 Pero, hermano, mientras que la muerte por un lado está moliendo, la Vida por el otro lado está haciendo algo nuevo otra vez. Así es. Y uno de estos días todos Uds. se pondrán de pie aquí en el cementerio, donde lo han preparado; y si muero antes de que venga Jesús, van a cantar Solo creed, “Todo es posible, solo creed”.
292 Cuando les oigan decir: “Él ha muerto”, y luego arrojen los terrones de tierra sobre el ataúd; no he muerto. Yo vivo, aún, por cuanto Él vive. No.
293 Una de estas gloriosas mañanas de primavera, cuando todo haya terminado; y las bombas atómicas hayan hecho estallar el mundo y lo hayan disparado por allá, y haya girado alrededor, durante años, y haya sido purificado, y traído de vuelta; y las palmeras crezcan de nuevo en la tierra, una resurrección de toda la naturaleza, como Dios lo hizo en el principio. No habrá contaminación en el suelo; no habrá contaminación en el aire. Y las palmeras, no habrá gérmenes ni enfermedades para volver a destruirlas. Los manzanos nunca envejecerán. ¡Aleluya! Ella se levantará. Y una gloriosa y hermosa mañana, cuando las grandes aves vuelen de árbol en árbol, Jesús aparecerá aquí en la tierra otra vez. Y cuando lo haga, “los que están muertos en Cristo, Dios traerá con Él”.
294 También subiremos en una mañana de Pascua, nos encontraremos con nuestros seres queridos y los saludaremos. ¿No será un momento maravilloso? [La congregación dice: “Amén”.—Ed.]
295 Y podré pararme allí… Y veo a mi madre anciana sentada allá en la parte de atrás del edificio, esta mañana, envejeciendo y temblorosa, y llena de parálisis, y empezando a envejecer. Cuando pueda verla allá, y decir: “Madre, soy tu muchacho”. Y llegue allá y pueda ver a mis seres amados, y mis queridos amigos que están aquí en la iglesia, el Hermanito George DeArk, todos los que se han ido en Cristo Jesús. Todos mis queridos amigos, cuando resuciten, y pueda encontrarlos.
296 Y luego pasar allá y decir: “¿Quién es esa persona que viene allí?”.
297 “Ese es Pablo. Aquí viene Silas. Aquí está Daniel. Aquí, aquí está Ezequiel. Aquí están los demás”. Y podremos caminar por este Paraíso de Dios.
298 Habrá una verdadera resurrección, una de estas mañanas, amigo. Nos encontraremos.
299 Esa bebita que murió, más o menos así, será una jovencita. Y ella abrazará a su madre, y llorando allí y clamando, y alabando a Dios por Su gloriosa resurrección de Su Hijo, Cristo Jesús. Algún Día glorioso, llegará.
300 Hemos vivido ahora porque tenemos la arras de nuestra salvación, el Espíritu Santo aquí, dando testimonio de que hay una resurrección. ¿Cómo es eso?
301 Una vez fui un pecador. Hubo un tiempo cuando nunca me habría parado detrás de este púlpito. Hubo un tiempo en que Ud. nunca me habría escuchado levantar la voz y decir: “amén”; me habría avergonzado. Hubo un tiempo en que no habría derramado ni una lágrima de mis ojos; me habría avergonzado. Yo era el “gran y temible Bill”.
302 Pero, un día, Jesucristo me encontró en el Poder de Su resurrección. Él aplastó ese corazón de piedra y me lo sacó. Puso una nueva mente. Puso una nueva naturaleza. Puso una nueva Persona aquí. Y hoy, por cuanto Él vive, yo también vivo.
303 Y uno de estos días, amigos, cuando llegue al final del camino, al igual que Uds. y el resto de nosotros, ¡y nuestras armaduras estén bastante golpeadas, de la batalla! ¡Oh, vaya! Miraré el viejo escudo, veré cuántas saetas ardientes tuvo que quitarme de encima. Estaré allá y sentiré las olas entrando en mi alma, sabré entonces que estoy al final del camino. Como mi madre allí, y como todos los Branham, cuando envejecen mucho, empiezan a temblar con parálisis.
304 Quiero pararme allí, aleluya, apoyándome en el bastón, al final del camino. Quiero quitarme el casco, y dejarlo a la orilla del mar; arrodillarme en la orilla, y colocar la vieja Espada en la vaina de la Eternidad y levantar mis manos, y gritar. Y sé que, al atravesar el valle de la sombra de la muerte, la Estrella de la Mañana saldrá a iluminar el camino. El Espíritu Santo extenderá sus brillantes alas a través de ese terrible y fangoso Jordán, y llevará nuestras almas cansadas a una tierra mejor. Sí, señor.
305 No temas. “No temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo”. “La muerte es sorbida en victoria”. No hay… La muerte no puede hacer nada. Un escritor dijo, que, “Lo único que Dios le hizo a la muerte, fue engancharla a una carreta y la ensilló, y la puso en los ejes de la carreta. Y lo único que la muerte puede hacer es llevar a un creyente a la Presencia de su Creador”. Eso es lo único que puede hacer la muerte. Uno de estos días, la muerte molerá esta parte mortal.
306 Pero así como cuando yo era un bebé, y un ser sobrenatural esperaba junto a mi madre, para darme vida, cuando nací: “Así si este tabernáculo terrenal se disuelve, ya hay uno allá esperando en la Gloria”, preparado allá, donde no hay enfermedad ni sufrimiento. Y así como yo he sido engendrado por el Espíritu aquí, y el Espíritu de Dios clama: “Abba Padre”; no solo yo, sino cada persona en el mundo que ha nacido de nuevo, mientras que este—mientras que este cuerpo espiritual, mientras que estamos creciendo en la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Algún día cruzaremos las fronteras allá y estaremos en ese nuevo cuerpo, donde no habrá más canas, hombros encorvados, ni nada de eso. Seremos jóvenes allí, para siempre, porque Jesucristo resucitó al tercer día después de Su resurrecc-… después de su muerte, y resucitó de nuevo.
307 Él vive. Él reina. Ahora, id y decid a Sus discípulos. “Id a decirle a Su pueblo que Él dijo: ‘Me reuniré con Uds. en Galilea’”. Uno de estos días, en la Galilea de Dios, más allá en algún lugar, Yo espero encontrarme con Él en paz, porque Él vive en mi corazón hoy. Confío en que Él, sea igual con cada uno de Uds. Y mientras nosotros…
308 Siento haber tomado tanto tiempo aquí, estando a un par de horas para que empiece el servicio de la escuela dominical. Inclinemos nuestros rostros.
309 ¡Oh, Dios Misericordioso, Creador de los Cielos y de la tierra, autor de la Vida Eterna, dador de toda buena dadiva!, Te damos las gracias, esta mañana, por la resurrección de Jesucristo. Hace unos mil novecientos años, esta mañana, tuvo lugar este gran acontecimiento. Los hombres anteriormente habían temido a la muerte; pero, después de que vino, entonces Él quitó todo temor de la muerte.
310 Y hoy Él vive y reina en nuestros corazones. Él dijo, después de haber resucitado de entre los muertos, dijo: “Estaré con vosotros, aun en vosotros, hasta el fin del mundo”. Han pasado mil novecientos y algo de años, desde ese acontecimiento, pero, esta mañana, Él vive de nuevo en nuestros corazones.
311 Nos hemos reunido aquí, esta mañana, Señor, para adorarlo a Él, para enseñar de Su Palabra, para sentir Su Espíritu, para darnos la mano el uno al otro; y para decir: “Alabado sea el Señor” el uno al otro, porque creemos que Él murió y resucitó.
312 Creemos que en nosotros, esta mañana, Señor, por la gracia de Dios, reina la Vida inmortal en nuestros seres físicos. Creemos que en ellos está el Espíritu de Dios que no puede morir, que nunca morirá. Y Él tiene… Él dijo: “Os daré Vida Eterna. Y nunca perecerán, y Yo los resucitaré en el día postrero”. Nosotros lo creemos, Señor, porque somos testigos de Su resurrección.
313 Ahora, Padre, bendícenos durante el día. Bendice a las visitas en nuestras puertas. Y que hoy sea un día feliz.
314 Y si hay alguien aquí, esta mañana, Señor, que no ha nacido de nuevo, que no conoce la experiencia de vivir con Jesús en esa Vida de resurrección, en la nueva Vida, donde los viejos grilletes y todos los deseos de las cosas del mundo se han caído, y no sabe lo que significa ser una nueva criatura en Cristo Jesús: ¡Oh, Espíritu Santo, muévete sobre ellos, hoy! Respira en sus seres, Vida inmortal. Y que aparezcan las campanas del gozo del Cielo, en esta Pascua, y buenas nuevas el día de hoy, y que ellos salgan siendo una nueva criatura en Ti.
315 Escucha la oración de Tu siervo, Señor, porque pido esta bendición en el Nombre de Jesucristo. Amén.
Muy bien, pongámonos de pie. Muy bien, Hermano Neville.